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Buscamos encontrarnos.

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Soplo el polvo de mi boca, la lengua seca lame los dientes, nadando bajo el paladar. Mis pulmones están quemados, tragando el humo de sus labios escurridizos. Siento como el calor abrasa la garganta con resentimiento, cayendo como una roca al fondo del estómago. Quiero huir del temor, pero sus ojos siguen persiguiéndome, acariciando mi piel, tratando de consolar este impulso nervioso que la desconfianza azota detrás de mis orejas. Un zumbido constante se instala dentro de mi cabeza, siento como una avispa muerde la cordura, arrinconándola en una esquina contra las cuerdas. Quiero pensar que elegí el camino correcto. Después de habernos encontrado por primera vez, relajé los hombros, incluso bajé la guardia al escuchar palabras que calmaban a este pobre corazón humano. Yo también necesito amor , me decía a mi misma. Su mandíbula se tensaba, su voz se distorsionaba en un chirrido de dientes, alargando su mano hacia mí, uniéndonos en un beso, saboreando la desespe

Modo en silencio

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Dedos rígidos, afligidos, intentado salvar el agua de la inminente caída hacia los pies ya encharcados. En cámara rápida: el cuerpo deformado levantaba motas de suciedad antes de su impacto; se esparció como el rumor, y se secó como las hojas en otoño.  La bella mañana del domingo iluminó la piel ensombrecida, provocando un intenso pinchazo en las pupilas aún dilatadas, el enrojecimiento se extendía desde los ojos hasta las puntas de las orejas.  El vómito amenazaba con escaparse junto con la alegría.

Pérdida en el desierto.

A medio desfallecer, la sensación que desprende el agua, cayendo como una cascada por el esófago, es gratificante. El desierto había nublado la vista con polvo de arena, provocando una sofocación en los pulmones y una entrada de pánico ante la visión continuada de un mismo plano infinito. Los pasos dados anteriormente habían sido engullidos como la vida en este odioso paraje. La piel en carne viva a punto de resecarse, se estaba cocinando como pollo a la sartén; los buitres se asoman por la duna y parece que llueve, o simplemente es su saliva alimentando hambre. Ya siente como le picotean los huesos blancos.  Vaya debilidad ataca su cuerpo a punto de desmayarse, pero no quiere rendirse. Las lágrimas de la desesperación hidratan las mejillas en polvo. A lo lejos ve un oasis, o es otra de sus simples alucinaciones.

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El calor se escapa de los músculos contraídos, besa delicadamente la suave piel amoratada como si se fuera a romper más de la cuenta. Duerme con los puños cerrados pero débiles, sueña con el dulce sabor de una rodaja de melón fresco deshaciéndose en su boca. La nostalgia sucumbe su corazón unido pero frío, el verano no ha siso suficiente como para recordar con nitidez cada ola estrellada, cada pestaña caída, que tantas veces había visto inconscientemente. No se cansaba porque no caminaba. Aunque siempre dormía noche y día. Aunque no tenía hambre. Aunque vivía. (Siempre tenía una razón por la que soñar). Las nubes se han derramado sin consuelo, congelando las paredes de su reino de cristal en lo alto del acantilado. Inconscientemente había visto cada ola estrellada, cada pestaña caída y cada día, ahogada en un baño de lágrimas atascadas en la voz.

Marcas de uñas.

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Mirada fija en la nada, el aire fresco irrita la piel ya enrojecida. Una bandada de pájaros atraviesan las nubes bajas.  Una ráfaga de tallos espinados recorre mi cuerpo, aprisionándolo, hincándose con fuerza en cada surco de piel descubierta; las espinas se hacen más insoportables, acariciándome el cuello, cayendo un chorro de vitalidad por cada agujero al descubierto. Los dientes chirrían con intensidad, se me escapa el aliento por momentos. Cierro los ojos porque no puedo soportar la debilidad de mi corazón, ni siquiera pude ocultar la ausencia que ha dejado. Toso la frustración que se había agazapado en la garganta como una garra sin uña. 

Nota de la autora:

Todo aquello que escribo siempre hay libertad de interpretarlo cada uno a su manera, aunque lo haga para enviar un mensaje en concreto, cada persona tiene su punto de vista, su propia imaginación, o incluso está pasando por una situación que puede afectar a la hora de deducir lo que intento mostrar.  Solo quiero decir que a partir de mis debilidades se saque la fuerza, es decir, mis emociones se plasman en cada palabra, en cada coma que aquí dejo. Y por ello, deseo que las frustraciones, la tristeza, el dolor... se quede aquí para despertar con ganas, o para dormir a gusto.  Es una forma de desahogo. Simplemente eso.  Es verdad que nunca se da el caso de escribir situaciones felices (aunque las vivo), pero ese no es mi estilo.  Aparte de poner lo que  siento a mi manera, también es para quienes se sientan identificados y no encuentran las palabras exactas para expresarse,y por lo menos sanarlos con las mías; o se puede dar el caso de que me leas por entretenimiento. Supongo  q

18:00

Voces perdidas en ecos, se dispersan quedándose engullidas por el rayo que parte el aire, dejándonos sin respiración.  El estruendo atormenta oídos.  Masticando cristales de los ventanales quedados a pedazos por los aullidos al ser liberados del tormento de ser amordazados.  La burbuja ya ha reventado. Y la paciencia se ha agotado. 

Nota.

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Me permito echarte de menos. El universo decide volverte en mi contra, mostrándome pequeñas partes de ti que pensaba que ya había olvidado. Pero claramente me equivocaba. Hoy he venido a expresar la ternura de mi corazón (al menos lo que queda de ella). He batallado contra la otra cara de la moneda y contra la mía propia. La voz del silencio se había quedado sin habla, esa misma que hacía que cayera dormida después de 36 horas sin dormir (hipérbole), apareciendo la suya grave pero agradable, sacándome del limbo. Los recuerdos matan y dejan vivir. Siempre imaginé tus manos tocando el piano, (pero esta vez con sonido) las mismas que podría acariciar y entrelazar con las mías. No sabes lo que escuece esta herida abierta en el corazón que no cicatriza.

Flores secas.

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El agua caía como lluvia de mayo en noches bochornosas, arrastraba a su paso papelillos y envoltorios de chicles, pegados en las suelas de zapatos mal cosidos, hacia agujeros de entre las paredes agrietadas. Cuerpos descompuestos con caras pegadas al fondo, ahorrándonos el mal sabor de boca que producía el eco del vómito a medio escupir (o a medio tragar) si sus ojos nos observaran sin mirar. La blancura de la pureza rota se vio hundida por el vivo tono azulado de las venas que se marcaban en la piel mordida por el asfalto. El desastre había acabado con el recuerdo y la vida de los ojos ahora ciegos. Un sentimiento de culpa universal que no demuestra la verdad de lo que el corazón realmente siente. Frialdad.  Egoísmo.
Me fuerzo a trazar lineas que se retuercen en mi cabeza y no salen a flote. 

Soplo de aire fresco:

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Inconexo

El tiempo intocable deshilachaba la tela que amamantaba a mi buena conciencia, sin embargo, tenía frío. Mis pies descalzos dormían a la intemperie en el espacio vacío entre la cama y el armario. Yo no me daba cuenta. No me importa. Seguía con los ojos cerrados, viviendo el cuento de mi vida improbable. Sentía el calor de mi corazón, a veces, latiendo más deprisa al llegar al clímax: la piel se erizaba, la satisfacción me inundaba, incluso las pestañas vibraban de emoción. Las costillas se encogían. El suelo transformado en un mar truncado de espinas de colores. Este corazón malherido se cansaba. Nadaba.  ¿Y por qué lloraba?  Frío.

Está de camino.

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Gargantas desgarradas, dientes arrancados, nudillos despellejados y corazón destripado. Pulmones que respiran y se ahogan. Sangre que cae. Estómago que se queja y escupe bilis. Piel hundida, rota y descuajaringada. Mirada fija, desenfocada, intentando alcanzar las estrellas. El cuerpo tiembla de rabia, de impotencia y de frío. La respiración densa se debilita, le sonríe el Adiós. Nadie lo busca. No cierra los ojos. Lágrimas queman. Las pequeñas luces se difuminan. Se apagan. .

24/07/17 Botella medio vacía o medio llena.

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Estrangulando las venas simplemente con la presión de los dedos: el atardecer deja un rastro de heridas amoratadas en la parte baja de la mandíbula.  La dentadura de los aviones viajando de noche, sonríe a los miles de puntitos clavados al suelo, aunque las fuertes sacudidas de las turbulencias provoca el temblor de las alas cayendo en picado. Sin embargo, en la corteza terrestre se está produciendo un levantamiento causado por un terremoto, la clavícula se tensa, las bolsas de aire están apunto de estallar.  Parece que el mundo se va a pique. Con una simple presión de dedos. Un latigazo eléctrico amenaza su supervivencia. -Perdóname. Un nuevo amanecer los deja boquiabiertos, el viento se arremolina. Respira. Vive.

De lo que se ve a lo que realmente es.

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03:01 Uñas separadas de la carne, picos clavados en espaldas pálidas, sin sangre; líneas rojizas trazadas a fuerza, sin sentido. 03:03 Carne viva, grita por el simple roce del soplido de mi respiración. Éste es el nuevo comienzo. La huella apagada en voces sibilantes aún cantaba los versos en cada surco de emociones contradictorias.  Sin embargo, el fuego no pudo reducir a cenizas lo que el pasado fue. 03:10 Aún sueño con la textura tierna y lisa de su piel bajo la mía. Mis manos viajaban por sus hombros, su nuca, su mandíbula (siempre tensa); respiraba su aroma a nada, o tal vez al champú barato del super. Sin embargo, no recordaba su rostro, su voz era como el eco distorsionado rebotando en mi cabeza. 03:18 ¿Había algo más importante que el latir de un corazón? Yo lo sentía con la palma de mi mano encima de su espalda en pieles diferentes.

Cascadas Benignas

Porque quizás el mar es el símbolo idóneo para decir adiós.  Las bolas de oxígeno se hunden hasta tocar fondo. La visión no se desenfoca, aunque la impresión sofoca. Ahora el cuadro cobra sentido. Ahora escuece un poco más la herida del pie. Ahora.  Cuerpo flotando. Nombre dicho pero sin recordar. Fuego que arde y llamas que callan. Olvidar y ser olvidado.  Locura concupiscible.

Por abrir los ojos.

Sábanas pegadas, olor a caramelo quemado en el pelo encrespado. La alarma ha dejado de sonar, por un momento se había escapado un latido alegre fuera de la carrera, aunque otros se desbordaban por la boca. Siento no poder explicarme bien. Incertidumbre. Ojeras que maquillaban los ojos vacíos bajo los párpados secos y las pestañas enredadas. Los huesos crujen y la espalda ríe en cólera por el peso de la camiseta mojada en sudor. Es como si el Sol no se hubiese acostado. Es como si la Luna se hubiera desintegrado. Incertidumbre. Sueño. Sueño. Sed. Cama. El sonido de la cisterna se filtra entre las rendijas del tubo mal curado del techo. Pelo mojado. Sudor. Sudor. Sueño. Moho. La pesadilla de la vida aviva el fuego del egoísmo. El optimismo disfrazado de locura ayuda a sobrellevar la descomposición de la lógica del bien y del mal. Incertidumbre. Es como si el cansancio no me dejara sonreír.  Es como si la energía se hubiera destruido .  Ir

Envasado al vacío.

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Esto no es cosa de suerte. Me desperté pensando que al fin había desaparecido entre los escombros de mi castillo (de naipes), pero, desafortunadamente, el corazón no había reventado como un globo de agua que estalla en camisetas secas y movidas por la presión del aire.  Mi espalda había experimentado ese escalofrío por el roce de la suave brisa, ¿o era un soplido? Que se me antojó agradable. Y melancólico.  Había traspasado las diferentes umbrales del sueño para enfrentarme a la muerte, compuesta por su nombre de doble filo, que iba a adormecer este cuerpo sepultado. Dejé mis huellas al golpear con las palmas la puerta. Lo llamé. Varias veces. Nadie abrió.  Mi corazón no había reventado.  ¿Debería de agradecer esta tercera oportunidad?

Sonrisa melancólica.

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Los labios se despegaron al fin, la muda voz fue descubierta en un grito de libertad. Las manos temblaban por la impotencia de despedir a aquella sensación de tranquilidad que invadía al cuerpo cosido con el fino hilo de la esperanza enlazada con sudor. Ahora el vacío ocupaba su lugar dentro de los pulmones que únicamente aspiraban el anhelo de absorber las nubes que parecían que caían en picado.   Quise volver antes, pero las palabras no aparecían, como un milagro, en mi mente. Sufría un parón. Quise desperezarme de una vez de esta escasez de agua, que debería despejar la niebla que sucumbe mis energías, intentando desorientarme.  ¿Alguien me habrá esperado? ¿O alguien se rindió? 

Sigo viva.

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Buscando con la lengua el tiempo entre los huecos de los dientes para poder volver aquí, y decir que no entraba más espacio en mi memoria limitada, ni siquiera para expulsar la felicidad que sentía cuando cerraba los ojos y acomodaba mi cabeza en la almohada con alarma incorporada. Se me olvidó escribir. Ni me acordaba lo que significaba tener tiempo libre.  Así se han desarrollado los días y las semanas.  

Condicional simple.

Desearía saber si alguna vez las palabras se te habían caído, como a mí, en momentos de pérdida del conocimiento al no resistir un corazón roto latiendo en mitades distintas en un puño. Quería presentarte a mis pulmones sanos, aspirando la felicidad en días de rayos y relámpagos; la electricidad me ponía los pelos de punta al mirarte debajo de un paraguas esperando por mí en la calle, llena de clínex flotando en pequeños lagos. No veas lo que hacen los kilómetros para separarnos. El sol vuelve a surcar el cielo; días de olas altas, días de olvido. Ojalá pudiera expresarte esto en versos livianos, sin que se me atragantaran a la segunda sílaba. Compón la melodía y recógeme mañana que anuncian tormenta.

Suspiros amargos.

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Desde que las flores cayeron al río perdí el rastro del buen porvenir. Los dedos comenzaban a despegarse de la palma de la mano, los huesos se desperezaban crujiendo en cada movimiento defectuoso. Un sueño largo. Los dientes tenían un regusto a tierra. Mi primera reacción ante la consciencia fue el atragantamiento por la acumulación de polvo encima de mi lengua. Dolía. Dolía mucho el pecho. Mi cuerpo se convulsionaba, entraba en calor. La oscuridad impedía que alcanzase aquella luz. Desde que el primer viento de otoño fue recibido por mis mejillas irritadas de rabia, perdí esa esperanza de olvidar. Eso no se olvida. Un pitido constante se había asentado en mis oídos y en mi memoria. Mi pecho dolía. Y aún seguía respirando. A corazón abierto y ni siquiera el suyo pudo.. Pudo superar este cuerpo hecho  pedazos.

Lo recuerdo:

Los días pasaban como una cascada que no cesa. El sol impactaba sobre mi piel pálida; el tono rojizo quizás ocultaba el verdadero sentimiento de vergüenza y desamor. Descubrí que el flequillo no tapaba la realidad a lo que mi corazón podría soportar, y verte la espalda junto con otra más delgada se me partía el alma. Era una época de camisetas cortas que se ajustaban por encima del ombligo, pero únicamente la lluvia caía sobre mi paraguas.  ¿Sabes cómo se llama la palabra que se me escapa de la boca?  Aquella que une el todo con la nada. Aquella que me desespero por encontrar y lanzar como una bomba, bombardeando las incesantes comeduras de cabeza. Cuando, al fin, te volví a ver entre maletas y camisas del revés. Escuché el silbido de los pájaros cantar, el retumbar de mi corazón latiendo contra mi pecho. Esa palabra se llamaba ilusión. Ilusión por equivocarme, y que saliese de tu boca que recorriste con el dedo la suela de tu zapato sin necesitar buscar miles de razones p

Lo que una vez hubo y ahora...

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Recargué las energías. Me di cuenta de que salir de un círculo vicioso era como dejar de fumar, algo casi imposible.  Observando a través de la cortina de humo, supe cuan mis pulmones de negros estaban, aguantar incluso cinco segundos debajo del agua era agotador. Me estaba acercando a la muerte a pasos agigantados. Descubrí que algo tan necesario como respirar lo estaba maltratando, como a mi pobre mente divagadora, y que aún estaba a tiempo de cortar el hilo que se había ido trenzando a medida que el tiempo pasaba, y seguía aspirando esperanzas que intoxicaban, no solo a mi ilusión, sino a mi salud. Quería demostrar que mis rodillas  y mi paciencia resistirían el doble peso que supuso querer a alguien y arrastrar el temor de vivir en la sombra que su espalda ofrecía. Asolada, tuve que salir del pozo que yo misma rellenaba de agua para dar a los demás. Ahora que tengo energías suficientes, ya no hay necesidad de encender otro cigarro.

01/03/17

A veces pienso que el final está muy presente en cada mira, en cada espacio y en cada silencio. Descansé los hombros, las tiras del sujetador resbalaban por ellos y por un momento me sentí desnuda, pero libre. Libre. Cansada del rum rum de la lavadora del vecino de arriba. Sofocada e incapaz de recordar mi propio nombre. Han pasado demasiados días pendiente de una respuesta que nunca llegaba, y miles de preguntas retóricas lanzadas en el aire. Pero aquí, después de un año y tres meses algo ha cambiado.  Con el tiempo, después de miles de hipótesis me di cuenta de que de nada iba a servir vivir de historias que se olvidan porque se han quedado a medio terminar. Y ese pensamiento de: "Y si.." solo hace que uno se quede con el mal sabor de boca de que podría haber elegido otro camino diferente. 
Presentimiento incesante recorriendo por mi cuello. (Duermo con un ojo abierto.) Horrible sensación en mi estómago  que descansa boca abajo.

Sueños incompletos.

Pestañas que caen como cascadas. Suave como el terciopelo aclaré las mangas de alambre expuestas al sol. Brillante sonrisa que duerme en rotondas de segunda. Hoy duermo sola. Hoy duermo sin recuerdos. Escucho el silbido de los grillos detrás de mis orejas. Ojalá que existieras entre mis labios para poder formular un nombre, tu nombre. El agua cae, en gotas molestas, al fondo de la bañera. Vuelta y vuelta. Ojalá pudiera visualizarte en mi mente para poder reconocerte alguna vez en las grandes calles de Madrid. Los perros ladrando desconsolados, abandonados bajo la lluvia. Vuelta y vuelta. Ojalá que vistieras mis ganas de amarte, que existiera esa posibilidad. El frío mañaneo me acompañó mientras me compadecía, abrazando a las sábanas sin el consuelo de tu nombre entre mis labios.

Playa sin arena.

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Esperanza y desamor; frustración y lírica atropellada en comas retóricas, nada que ver con el desconsuelo de una alma perdida bajo la tutela del mar sin prestigio, pasado de moda en estos tiempos de clamor. El hielo que se deshace en invierno refresca a los tobillos en carne viva. Aún escuece las cuerdas apretándose a cada tirón por salvarnos de esta maldición. La marea nos atrae hasta su corazón salado aún más humano que el nuestro.  Morimos sin razón, ni consuelo, ni esperanza. No me ha dado tiempo a perder este desamor, que frustrante. 

Paradoja.

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A veces uno se ahoga en un río que no cubre pero que es arrastrado, las piedras del fondo araña las plantas de los pies, las rodillas y la esperanza de vivir. El agua dulce te deja seco, las burbujas de oxígeno se escapan de la boca.  Un pitido irritante se prolonga. Un adiós que llega. Y una mano que te socorre.  A veces quien te salva son tus propios demonios. ¿Por qué será? 

Gafas de sol en un día nublado.

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Difícil es que los diamantes brillen sin luz. Que enternecedor, la cura para salvar a la humanidad es inviable. Peor que la muerte. Peor que la muerte. Los fuegos artificiales ciegan nuestras preocupaciones, y mirando más allá porque nuestros pies arden en tierra, y con razón. Deseamos despegar.  Queremos soñar demasiado. Y queremos vivir de ello. Que triste, mi vida depende de la elección de los demás que ni me conocen. Peor que la muerte es estar atado como un perro; el bozal se anexiona como una segunda piel. Se nos cae las manos por el esfuerzo y a nadie le importa.

"A veces de noche en la quietud.."

21/01 Las ansias de matar este ardor frecuenta mi mente como un taladro desartollinando los clavos de mis sesos. Las puntas de los alfileres hincándose no disminuye el dolor de una herida a medio cerrar.  El chirrido de mis dientes al morder la madera y el sonido como el de cortar papel alimentaban las ganas de poder ser inmune al desprendimiento de mi paciencia.  Unas gotas de segundos perdidos caían por mi frente, las piernas me temblaban.  El sacrificio de olvidar cansa.

Lunes 9: Depresión pos-vacacional.

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Los días anunciaban la desaparición de un final fatal. La lupa disminuía la visión del más allá que caía como losas de pan duro sobre la cabeza.  Entonces el cielo clareaba, y de nuevo un amanecer incierto. Un ave sobrevolaba las copas de los árboles alegre, vivaracho. No tenía preocupaciones que atenazaran su libertad de vivir. ¿O sí?  Entonces sólo podía escuchar los pasos que yo misma estaba dando. No era el momento de que la sombra de un mal sueño arrancara el ánimo.

Duda,duda.

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No sé lo que hacer, estoy atrapada entre las palabras simples que rechaza mi corazón y el hielo cerniéndose sobre mi columna vertebral. El frío de mi espalda es lo de menos, pero ese aterrador escalofrío que recorre,corriendo por mi cuello hace que tiemble. Tiemble de desesperación. El agua del pantano inunda mis zapatos de claqué, ese tintineo en el tablao , ¿dónde se había quedado? Las rodillas, pringadas, gimotean en busca de la orilla. Sin darme cuenta el agua me llegaba hasta la barbilla y le veía con la taza de café y una toalla en el hombro. Estaba ahí, burlándose. Lo que necesitaba era ese desprendimiento entre una vida amarga que idealizaba y la realidad que me pertenece.