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Mostrando entradas de enero, 2019

Día 2: Advertencia

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Tírame de la lengua porque tengo veneno escondido debajo de ella, que ha ido pudriendo los dientes por haberse consumido el tiempo de espera. Pero tira de ella mirándome a los ojos y observa cómo el pájaro sale volando dentro de ellos. Ahora no es el momento de los arrepentimientos.  Escucha mi voz; como una montaña rusa, sube y baja, retorciéndose en tus oídos. No, no te permito dormir aunque me tengas lejos, porque la memoria hace daño.  Y ahora comienzas a entender algo. Soy yo quien se cansó de atragantarse con mis propios mocos, producidos por simulaciones metidas en mi cabeza, pero no se negaban que fueran mentira.  Fue un regalo que me dio mi intuición. Nunca se equivocó, sabe lo que me gusta: la verdad.  Tu pájaro ya había volado muy lejos cuando fue mi cumpleaños. Pero mi intuición se había adelantado.  Como siempre.  Corre más que tú. Corre.

Día 1: Descubrimiento

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Seguía las huellas embarradas, pisadas por unas botas de pies torcidos. Perdida en medio de una ciudad donde la gente te aparta con los hombros, y te miran pero no te ven. La abrumadora sensación de sentirse solo cerca de miles de personas, me empequeñece. Me asusta. Menos mal que viniste en mi busca. Las huellas se habían diluido por la lluvia. ¿Cómo iba a regresar a casa sin ti? La valentía cogió mi mano, llevándome casi corriendo hacia la carretera, desafiando la velocidad de los coches, sintiendo la adrenalina en mi cuerpo, mientras mis pies chapoteaban en charcos que no eran capaces de serpentear hacia las alcantarillas. Saltando hacia la boca del metro hambriento, me traga y me expulsa cerca de casa, con un cielo despejado.

Hace frío fuera

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Nadé entre la multitud de peces que seguían la misma dirección del río. Inhalaba las burbujas atrapadas debajo de las piedras, solamente para escuchar el relajante sonido del agua correr por mi cuerpo, sentir la liberación de no tocar el suelo con los pies, por lo que me exponía a la muerte.  La claridad cristalina, inmaculada , del agua, se convirtió en un baño de sangre de la cual me asusté creyendo en el último día. Mis manos, llenas de heridas, atacadas por cangrejos de río, camuflándose en forma de roca.  Ya sentía el pánico del ahogo en mi boca, bajando por el esófago, instalándose en mis pulmones. Era el momento de salir o quedarse dentro, inmaculada .  Burlé a la muerte por el instinto de supervivencia, que punzaba mi cuerpo,impulsándome para coger aire en un mundo donde ya no hay oxígeno.