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Mostrando entradas de marzo, 2017

Lo recuerdo:

Los días pasaban como una cascada que no cesa. El sol impactaba sobre mi piel pálida; el tono rojizo quizás ocultaba el verdadero sentimiento de vergüenza y desamor. Descubrí que el flequillo no tapaba la realidad a lo que mi corazón podría soportar, y verte la espalda junto con otra más delgada se me partía el alma. Era una época de camisetas cortas que se ajustaban por encima del ombligo, pero únicamente la lluvia caía sobre mi paraguas.  ¿Sabes cómo se llama la palabra que se me escapa de la boca?  Aquella que une el todo con la nada. Aquella que me desespero por encontrar y lanzar como una bomba, bombardeando las incesantes comeduras de cabeza. Cuando, al fin, te volví a ver entre maletas y camisas del revés. Escuché el silbido de los pájaros cantar, el retumbar de mi corazón latiendo contra mi pecho. Esa palabra se llamaba ilusión. Ilusión por equivocarme, y que saliese de tu boca que recorriste con el dedo la suela de tu zapato sin necesitar buscar miles de razones p

Lo que una vez hubo y ahora...

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Recargué las energías. Me di cuenta de que salir de un círculo vicioso era como dejar de fumar, algo casi imposible.  Observando a través de la cortina de humo, supe cuan mis pulmones de negros estaban, aguantar incluso cinco segundos debajo del agua era agotador. Me estaba acercando a la muerte a pasos agigantados. Descubrí que algo tan necesario como respirar lo estaba maltratando, como a mi pobre mente divagadora, y que aún estaba a tiempo de cortar el hilo que se había ido trenzando a medida que el tiempo pasaba, y seguía aspirando esperanzas que intoxicaban, no solo a mi ilusión, sino a mi salud. Quería demostrar que mis rodillas  y mi paciencia resistirían el doble peso que supuso querer a alguien y arrastrar el temor de vivir en la sombra que su espalda ofrecía. Asolada, tuve que salir del pozo que yo misma rellenaba de agua para dar a los demás. Ahora que tengo energías suficientes, ya no hay necesidad de encender otro cigarro.

01/03/17

A veces pienso que el final está muy presente en cada mira, en cada espacio y en cada silencio. Descansé los hombros, las tiras del sujetador resbalaban por ellos y por un momento me sentí desnuda, pero libre. Libre. Cansada del rum rum de la lavadora del vecino de arriba. Sofocada e incapaz de recordar mi propio nombre. Han pasado demasiados días pendiente de una respuesta que nunca llegaba, y miles de preguntas retóricas lanzadas en el aire. Pero aquí, después de un año y tres meses algo ha cambiado.  Con el tiempo, después de miles de hipótesis me di cuenta de que de nada iba a servir vivir de historias que se olvidan porque se han quedado a medio terminar. Y ese pensamiento de: "Y si.." solo hace que uno se quede con el mal sabor de boca de que podría haber elegido otro camino diferente.