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Mostrando entradas de marzo, 2018

Dientes amarillos

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Al fondo de la boca del lobo un mar de destellos entrelazados se extiende más allá de la garganta, miles de dientes afilados muerden la carne asustada, retuercen los músculos, mastican los tendones, roen los huesos ensangrentados. Peor que el anterior. Frío.   Se ata la piel al cuello, cubriendo la ferocidad del hambre por el poder.  Aquel cuero que (una vez) envolvía a ese esqueleto despellejado, y que con el tiempo se había ido desgastando, vistiendo la desnudez, tapando las voces que se retorcían entre las costillas, trepando por la columna vertebral hasta asentarse en la cabeza hueca.  Castañeteaban los dientes, movidos por le viento. Sin embargo, no le tiemblan las rodillas, ya no. Ahora se sienta en el trono compuesto por lenguas cortadas, embalsamadas en miedo. Tiene los mismos ojos cegados por la codicia, que una vez ansiaban ver cerrada la brecha.  Frío.

En nuestra contra.

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Cántame mientras aún te quede voz en las cuerdas. Acaríciame mientras aún tengas sensibilidad en las palmas. Mírame mientras que las luz nos permita distinguirnos entre las sábanas. Porque mis huesos se están convirtiendo en polvo. Porque los granos de arena caen sin espera. Porque la ventisca se está cerniendo sobre la ventana.

09/03/18

El viento se llevaba las hojas que sepultaban a la primavera, ahora parece que los músculos se relajan después de meses encerrados en su propia jaula de piel y rejas. Consciencia despierta, los pinchazos de las agujetas se clavan hasta el hueso. ¿Pero eso qué importaba? El sol bañaba los rostros entristecidos, el ánimo cambiaba, las ganas de correr saltaban sobre los corazones desbocados. Ansias de libertad. Aspiraciones que llenaban con gracia los pulmones, alimentando las fuerzas. Sintiendo el aire sin tocarlo, atrapando el agua, exprimiendo la tierra entre las manos agarrotadas.  ¿Hasta cuándo?

Restos

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Una llamada. Nadie contesta. Una llama frágil que baila sobre la punta de un alfiler en medio de un lago de cenizas encharcadas, silenciosa y débil. La pequeña luz crea una película de sombras chinescas, afilando su perfil de la cara, agravando las ojeras, quemando sus largas y curvas pestañas.  No me mira.  No me mira.  La vida manipula los hilos de un cuerpo sin alma.  El calor se siente lejano, su respiración paraliza mi cuerpo. Puedo ver a través del océano de sus ojos la tormenta y la nada. No me mira. Una llama que derrite la cera, cayendo sobre su piel. Le quema, pero dejó de sentir el calor hace mucho tiempo.