Una esperanza y un final

    - Mírame y dime que todavía no te has rendido.-Le había dicho un hijo a su madre mientras la cogía entre sus brazos.
 
Los huesos ya se marcaban, descubriendo una calavera en una bandera que no ondeaba sino que poco a poco descendía por la asta. El pelo largo extendido ahora sobre las piernas de su hijo, había perdido aquel color tan sofisticado que antes transmitía fuerza y tesón, ahora es como el papel quemado quebradizo convertido en ceniza. El hijo, con las lágrimas en los ojos y las tripas rugiendo, se mordió la lengua hasta que la sangre densa pintó sus labios. La masticó hasta que se deshizo como un pan mojado para que a la hora de tragar su madre no tuviera que hacer tanto esfuerzo. Serían unos minutos más de aguante, unos minutos más de esperanza, hasta que alguien los salvase, luchando contra el tiempo. 

En todo aquel caos, lo peor era la ausencia de ruido, las tripas habían dejado de resonar entre las cuatro paredes vacías, y los pensamientos ya no cooperaban en trazar una línea de salida para escapar de las garras de la muerte. 

Y cuando parecía que nadie iba a venir aun cuando no habían llamado a nadie, alguien tocó la puerta abierta, el hijo al verlo, una punzada en el corazón ahogó el último suspiro, la última palabra. 

    -Es hora de descansar.-Le había dicho una madre a su hijo mientras le clavaba un bolígrafo en su pecho.
 

Me hace querer morir, esa parte de mi me hace imposible amarme 

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