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Mostrando entradas de julio, 2017

Cascadas Benignas

Porque quizás el mar es el símbolo idóneo para decir adiós.  Las bolas de oxígeno se hunden hasta tocar fondo. La visión no se desenfoca, aunque la impresión sofoca. Ahora el cuadro cobra sentido. Ahora escuece un poco más la herida del pie. Ahora.  Cuerpo flotando. Nombre dicho pero sin recordar. Fuego que arde y llamas que callan. Olvidar y ser olvidado.  Locura concupiscible.

Por abrir los ojos.

Sábanas pegadas, olor a caramelo quemado en el pelo encrespado. La alarma ha dejado de sonar, por un momento se había escapado un latido alegre fuera de la carrera, aunque otros se desbordaban por la boca. Siento no poder explicarme bien. Incertidumbre. Ojeras que maquillaban los ojos vacíos bajo los párpados secos y las pestañas enredadas. Los huesos crujen y la espalda ríe en cólera por el peso de la camiseta mojada en sudor. Es como si el Sol no se hubiese acostado. Es como si la Luna se hubiera desintegrado. Incertidumbre. Sueño. Sueño. Sed. Cama. El sonido de la cisterna se filtra entre las rendijas del tubo mal curado del techo. Pelo mojado. Sudor. Sudor. Sueño. Moho. La pesadilla de la vida aviva el fuego del egoísmo. El optimismo disfrazado de locura ayuda a sobrellevar la descomposición de la lógica del bien y del mal. Incertidumbre. Es como si el cansancio no me dejara sonreír.  Es como si la energía se hubiera destruido .  Ir

Envasado al vacío.

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Esto no es cosa de suerte. Me desperté pensando que al fin había desaparecido entre los escombros de mi castillo (de naipes), pero, desafortunadamente, el corazón no había reventado como un globo de agua que estalla en camisetas secas y movidas por la presión del aire.  Mi espalda había experimentado ese escalofrío por el roce de la suave brisa, ¿o era un soplido? Que se me antojó agradable. Y melancólico.  Había traspasado las diferentes umbrales del sueño para enfrentarme a la muerte, compuesta por su nombre de doble filo, que iba a adormecer este cuerpo sepultado. Dejé mis huellas al golpear con las palmas la puerta. Lo llamé. Varias veces. Nadie abrió.  Mi corazón no había reventado.  ¿Debería de agradecer esta tercera oportunidad?