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Mostrando entradas de mayo, 2019

Este es solo el final.

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  Escribo porque la voz se me queda corta. Quiero contarte tantas cosas que no me das tiempo, y siento que si muero, viviría como un fantasma, incapaz de descansar en paz.   Quiero que me escuches entonces, porque ya veo que es así la única manera de retenerte entre mis brazos. Pero me estoy dando cuenta de que el significado de las palabras dejan de tener sentido cuando nuestras miradas coinciden.    Déjame contagiarme por el romanticismo por una vez.    Ahora no me apetece pensar, solamente nadar en el océano de tus iris y escuchar tu respiración en mi boca, porque cada vez que tu lengua choca contra mis dientes, llamándome, me doy cuenta de que bebes mis pensamientos.    Pero esta vez la suerte no me acompañará, el mal augurio no se disipa todavía, el intenso calor de la primavera no la evapora como lo hace con las lágrimas de rocío de las flores, sino que una nueva tempestad carga contra mis deseos de tener esperanza. ¿Y para qué tenerla en el bolsillo? ¿A caso me

Sólo es la transición.

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Estoy desaparecida en mi silencio, no encuentro el camino que me lleva a casa. Quiero que me conduzcas con tus palabras si me escuchas gritar. Pero debo creer en tu verdad y eso es lo que más me cuesta.  Culpo a mi inseguridad por dormir en la tempestad sin refugio. Suena la campanilla que anuncia su llegada a mi estómago y revuelve entre mis cosas, robando lo poco que me queda, dejándome con hambre. Pero sigue ahí, viendo cómo el sol me quema la piel y cómo la luna me la cura.  ¿Hasta cuándo pretende reírse de mí? Prefiero que no me diga el día de mi final, porque la sombra del abandono cada vez se alarga más.  Entonces el viento susurra una voz que transciende de lo terrenal que me empuja, que tira de mí, impidiéndome mirar atrás y que las huellas pasadas indican el camino.

Entre la espada y la pared

¿Te puedes creer que no tengo tiempo ni para recordar?  Siento que vivo en un cuerpo prestado, el cual está vacío.  La cadena de la rutina me arrastra día tras día, sin darme la posibilidad de tragar aire cuando el viento fresco de la noche roba la ropa del tendedero. ¿Pero cómo me voy a dar cuenta de que ando desnuda entre mis pesares? Hasta que pasa. Perdóname por olvidar los nombres que aprecio, porque cuando al fin despierto, quiero gritarlos.  Perdóname por pensar en los malos momentos, porque cuando al fin lloro, busco los buenos. Perdóname por escapar de este mundo, porque cuando al fin me encuentran, me enfrento.  Porque el tiempo corre y mi vida también.

Día 3: Tempestad

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Conseguí quitarme de encima el calor que incendiaba mis orejas, porque lo que no podía soportar era el susurro envalentonado, que corría escurridizo de boca en boca pero con una misma intención.  Había una sensación que se escapaba de mi control.  Y esa era la ira, que quemaba periódicos viejos y derretía velas que olían a canela. Dentro de mí ardía una casa que acogía a mi buena voluntad mientras yo observaba trenes yendo y viniendo.  Por la boca expulsaba el humo convertido en vaho y las cenizas en calima.  Pisaba con fuerza porque las rodillas no respondían. Una gota, otra y otra, caían desde lo alto, calmando mi ser, ocupando mi mente de música sin letra.