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Mostrando entradas de marzo, 2019

Vamos. Te estoy retando.

-¿Qué es lo que debo hacer? No preguntes. No me hagas cargar con tus inseguridades.  ¿Entonces huirás? Haz lo que quieras. Encuéntrate. Y vuelve, enfréntate a mí. Porque entraste en acción un minuto antes de pensar en las consecuencias, dejando cabos sueltos. Dejándome atrás.  Pero mi instinto corre más rápido, anticipándose a tus decisiones.  Pero no puedes dormir ahora. Como yo no pude en su momento, aunque debí estar preparada.  Pero aquí estoy. Esperándote.  Y cuando vuelvas, recuerda que sé que los humanos no cambiamos.  Sé lo cobarde que eres.  Que la distancia podrá resolver tus inquietudes, eso crees.  -¿Qué es lo que debo hacer? - Enfréntate a ti mismo primero.

Espérame.

Ahora puedo. Mirando los pies durante meses únicamente te hace perder el sentido de la orientación. Ya no sabes nada: estás obcecado en un ver, en un sentir que no exteriorizas, y que tampoco te implicas en los demás. Vives aislado. Tienes un objetivo. -La conciencia. Objetivo cumplido. Y ahora puedo alzar la cabeza. Lo siento por haber estado lejos.

Era peor el remedio que la enfermedad

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Aún quedan muchos días hasta que el hielo de mi boca se deshaga completamente, (pensando que el calor ha desaparecido de mi cuerpo). Tus lágrimas cayendo sobre mi piel no impiden que la enfermedad se eche atrás, una vez infectada de muerte, ya no hay posibilidad de brindarme el antídoto con la misma fórmula . Y más sabiendo que fuiste tú quién inyectaste el veneno en mis venas.  

Frágil

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Con la punta del lápiz atravieso el lino, dejando un agujero por el que pasa un fino hilo llamado Espíritu. Espíritu se adhiere al lino con más fuerza en cada puntada, pero cada vez con más intensidad recibe la presión, como si una losa de piedra le empujara contra la pared, aguantando la inestabilidad de la tela, que tenía más agujeros que refuerzos. Y el hilo se rompe.

Más claro que el agua.

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La marea baja el ritmo de fuerza bravía contra el campo de minas que forraba la capa superficial del músculo, que cada vez bombeaba más débilmente por la pesadez de la dureza, que ha ido evolucionando a una piedra casi inerte.  La marea se ha cansado de esquivar la rudeza de los pitidos que ahuyentaban a los delfines que cantaban.  Y se entiende.  Pero con el tiempo, se descubrió que la dura capa de piedra que recubría casi sin piedad, no era más que arcilla seca, que con el vaivén del agua se había ido deshaciendo como un caramelo entre los dientes.  Cuando cayó la última gota de arcilla, la marea se había retirado, dándose por vencida. El corazón, empapado, sintió el frío de la noche, encogiéndose más y más indefenso.  Y se arrepiente.  Aunque iba a contrarreloj, sus últimos esfuerzos empujaron su cuerpo, corriendo y corriendo. Hasta que se unieron la marea y él en un abrazo.

Se hace tarde.

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Quiere saber si escuece echar limón sobre la herida que tiene abierta,  Quiere averiguar si está delirando al verla en cada esquina que gira,  Quiere correr persiguiendo su silueta pintada en el suelo de sus recuerdos, Quiere recordar el porqué tomó la decisión de abandonar,  Quiere tragar su orgullo y Quiere volver a estar con ella. Pero... Quiere saber dónde está desde aquella última vez que la suerte les sonrió, Quiere lavarse el pensamiento de culpa, Quiere llamarlo y escuchar su voz, Quiere dormir, Quiere su respuesta, Quiere cerrar la herida cosiéndola,  Quiere olvidarlo y seguir hacia delante.  Y lo hizo.