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Mostrando entradas de enero, 2017

Paradoja.

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A veces uno se ahoga en un río que no cubre pero que es arrastrado, las piedras del fondo araña las plantas de los pies, las rodillas y la esperanza de vivir. El agua dulce te deja seco, las burbujas de oxígeno se escapan de la boca.  Un pitido irritante se prolonga. Un adiós que llega. Y una mano que te socorre.  A veces quien te salva son tus propios demonios. ¿Por qué será? 

Gafas de sol en un día nublado.

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Difícil es que los diamantes brillen sin luz. Que enternecedor, la cura para salvar a la humanidad es inviable. Peor que la muerte. Peor que la muerte. Los fuegos artificiales ciegan nuestras preocupaciones, y mirando más allá porque nuestros pies arden en tierra, y con razón. Deseamos despegar.  Queremos soñar demasiado. Y queremos vivir de ello. Que triste, mi vida depende de la elección de los demás que ni me conocen. Peor que la muerte es estar atado como un perro; el bozal se anexiona como una segunda piel. Se nos cae las manos por el esfuerzo y a nadie le importa.

"A veces de noche en la quietud.."

21/01 Las ansias de matar este ardor frecuenta mi mente como un taladro desartollinando los clavos de mis sesos. Las puntas de los alfileres hincándose no disminuye el dolor de una herida a medio cerrar.  El chirrido de mis dientes al morder la madera y el sonido como el de cortar papel alimentaban las ganas de poder ser inmune al desprendimiento de mi paciencia.  Unas gotas de segundos perdidos caían por mi frente, las piernas me temblaban.  El sacrificio de olvidar cansa.

Lunes 9: Depresión pos-vacacional.

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Los días anunciaban la desaparición de un final fatal. La lupa disminuía la visión del más allá que caía como losas de pan duro sobre la cabeza.  Entonces el cielo clareaba, y de nuevo un amanecer incierto. Un ave sobrevolaba las copas de los árboles alegre, vivaracho. No tenía preocupaciones que atenazaran su libertad de vivir. ¿O sí?  Entonces sólo podía escuchar los pasos que yo misma estaba dando. No era el momento de que la sombra de un mal sueño arrancara el ánimo.

Duda,duda.

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No sé lo que hacer, estoy atrapada entre las palabras simples que rechaza mi corazón y el hielo cerniéndose sobre mi columna vertebral. El frío de mi espalda es lo de menos, pero ese aterrador escalofrío que recorre,corriendo por mi cuello hace que tiemble. Tiemble de desesperación. El agua del pantano inunda mis zapatos de claqué, ese tintineo en el tablao , ¿dónde se había quedado? Las rodillas, pringadas, gimotean en busca de la orilla. Sin darme cuenta el agua me llegaba hasta la barbilla y le veía con la taza de café y una toalla en el hombro. Estaba ahí, burlándose. Lo que necesitaba era ese desprendimiento entre una vida amarga que idealizaba y la realidad que me pertenece.