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Mostrando entradas de junio, 2020

Historias que merecen la pena

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A veces no se recuerda el comienzo de una buena historia, pero tampoco apetece que se termine. La sensación aterciopelada de la felicidad es tan adictiva que me aferro a imágenes, olores, sonidos y texturas que, a veces, comparto con alguien. Es por eso que cuando se dice que esa persona ha dejado huella, yo diría, más bien, que ha dejado un arañazo en proceso de cicatrización. El tiempo y el corazón dirá si esa herida cicatrizada permanecerá, se difuminará o se reabrirá por otro arañazo.

Los sueños, sueños son

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Me sumerjo de nuevo en mis sueños, una marabunta de sensaciones se adueñan del control de mi cuerpo, me llevan hacia caminos que no desearía recorrer y que al final soy arrastrada a ir. Me dejo llevar con el corazón sobrecogido porque ya no soy capaz de controlar el destino. ¿Y cuándo lo fui? El mismo atropello de malas decisiones, el mismo resultado. ¿Es esto una señal de arrepentimiento? Sí. Mi mente ya no deja deshacer el camino recorrido, pero cuando abro los ojos, me empuja a uno nuevo en el que ahora sea capaz de encontrar la felicidad.

Un día cualquiera de primavera.

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(Continuación de Tijeras de doble filo). El jardín recuperó su brillo tras un invierno de tormentas y heladas que no mostró piedad. Las flores habían vuelto a florecer fuertes y preciosas. Las rosas habían crecido enrabietadas, más espinosas, como si no pudiesen perdonar al temporal por tanto daño que las hizo. Es por eso que él tuvo que morderse la lengua al cortarlas, las garras le llegaban hasta el codo. No las culpaba, él hubiese hecho lo mismo. Sin embargo, una brisa traía consigo un canto que removía sus recuerdos como un remolino. Sonríe. El dolor era algo secundario, porque su principal objetivo era convertir las rosas enrabietadas en simples rosas sin rencor.  Cuánto más escuchaba la melodía, más impaciente y acometedor de errores era. Pero no podía resistir las ganas de correr a su lado.  Preparó algunas rosas cuando terminó de cortarlas.  La brisa se detuvo hace un rato. El estaba contento, la adrenalina hacía que las heridas dejaran de doler. Y cuando llegó a la cocina se p

Tijeras de doble filo

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Los pétalos caían de la mesa como plumas girando sobre sí mismas, descansando en el suelo, amontonándose unas con otras. Desde la perspectiva de la bombilla del techo, era una preciosa alfombra que poco a poco se extendía al frigorífico, al armario de las cacerolas y a los propios pies del portador de las tijeras, que estaba detrás de un cuerpo acostado sobre sus brazos como si estuviese durmiendo plácidamente. El portador le observa en silencio, mientras que una pequeña hoja de un tallo cortado se resbala de las tijeras y cae sobre el pelo.  Paralizado, no sabe qué hacer. Suelta las tijeras y le toca el hombro, sacudiéndolo. No responde. Continuará.