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Mostrando entradas de agosto, 2018

Espinas clavadas.

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Una bella rosa se escapaba de un poema de amor y tormento.  Escalaba, como una planta trepadora, por unas piernas inocentes, acompañadas por corazones puros que fueron corrompidos por un símbolo romántico y traidor, que se cernía sobre unas manos entrelazadas entre sí, atándolas, uniéndolas en un lazo de sangre eterno, que se adhería en las pieles, curándose entre sí, como si fueran el oxígeno, los pulmones y viceversa. El soplo de oxígeno se retuerce en los pulmones sanos, convirtiéndolo en dióxido de carbono, expulsándolo después mientras besaba sus tiernos labios. Era una cadena que no se podía romper. Y fue así como la rosa se tornaba a un rojo apagado, como la sangre seca, a medida que los pulmones se ahogaban. Ambos sintieron pánico. ¿Fueron las víctimas del Romanticismo, frustrándose su amor por la fuerza del sino?

Sin retorno.

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Después del largo trayecto en coche, la arena ya fresca me acompañó  hasta que la espuma del mar enjabonaba mis pies. Después de que me dejaras en casa con un poema que a mi corazón no le había sentado bien, metí los dedos en mi pecho, indagando, sintiendo los cristales rotos, impregnándolos después en un lienzo en blanco, intentando representar mi realidad. Ahora con la brisa de cara digo lo que ni el tiempo ni tu me permitisteis en ese momento porque me paralizó el pensamiento de que esta relación era terminal. Quiero que sepas que que no estoy ronca por tener lágrimas retenidas en la garganta sino porque en sus días te grité: ¡Te quiero! ¡Te quiero! Te quiero. Te quiero. Te quise. Ahora me despido con la arena escapándose de entre mis dedos como si fuera mi corazón.