Maldita filosofía.

Que magnífico desastre, mas aún si pertenezco al grupo de los incomprendidos. Hallándome en el fondo de la bañera sin desagüe, el color negruzco del agua estancada teñía mi piel sin tono a definir.
La unión del cuerpo y alma hacía una mala combinación; mi mente y mi instintos irracionales me hacían pasar por una mala jugada. Espero que no sea verdad el eterno retorno.

Aguantando el oxígeno en mis pulmones amoratados, mi conciencia está sobre explotando a mi inconsciente, sin embargo, mi cuerpo no responde.

No quiero volver a reencarnarme, el mundo está arruinado y decadente.

Tampoco soy libre mientras en este cuerpo ahogado esté, porque estoy determinada a morir y esa es la única verdad, la única realidad que es innegable.

Que pena que no haya podido llegar a ser una sabia, el inalcanzable autodominio me caracterizaba bien mucho, y sin eso no soy independiente, no llegaría nunca a la felicidad.

Triste es que existiera el cielo y el infierno, porque ciertamente, mi camino me deriva a lo segundo.

El alma me caracteriza. Dicen que no somos malos por naturaleza ni buenos hasta que rompemos la libertad de otros.

¿Qué haces insensata?

Tierra trágame
o mejor dicho,
Agua disuélveme.

Estas manos ya no pueden
acariciar las flores silvestres,
la voz ya no distingue de
palabras tristes
que en mi boca queden.

La canción vuelve a sonar
como rayos retumbando
en el solar.

Déjame decirte,
déjame mostrarte,
la belleza de notas
vírgenes y refrescantes,
estancadas y malolientes.

A veces esto se me hace fácil
y otras difíciles.
Que mi alma se despegue
de este cuerpo inminente.

Y que el agua siga cayendo,
que se desborde,
que inunda el palacio de cristal,
con mi cuerpo blando y rígido.

Que no exista el eterno retorno.




Comentarios