El extraño de las notas (II).

(Atención. Si no has leído la primera parte no entenderás la a continuación, o quizás sí, pero no te hagas spoiler. La primera parte está justo debajo de esta entrada.)

El follón de la calle no acallaba las preguntas que se atropellaban unas con otras dentro de su cabeza. El bus ya había llegado, parpadeó unas cuantas veces al ver una cola inmensa que esperaba para entrar dentro del mismo autobús.

¿De dónde ha surgido tanta gente?

En su mente se debatía sobre quién había muerto, sinceramente ella dudaba, a lo mejor le había tocado el cartero.

Pero es que no he sabido nada de él durante días. Puede que haya sido él.

Al pensar en ello, sintió que su corazón se rompía en mil pedazos. No se imaginaba una vida sin él.

Sacudió la cabeza, se encontraba de pie, sujetada en uno de los barrotes de seguridad aunque estaba acorralada entre gente enganchada al móvil. Ahora mismo se sentía como  una estúpida al no llamar inmediatamente a su madre, y así lo hizo.

Sonó varias veces y casi se iba a rendir hasta que una voz grave la saludó desde el otro lado de la línea; por un momento se quedó en blanco al no reconocer la voz.

-¿Hola?¿estás ahí?- Preguntó el individuo.

-¿Y mi madre?- Respondió nerviosa sin saludarle. Se escuchó una risa cansada.

-Cocinando, como siempre.

-¿Fuiste tu quién me escribió el mensaje?

-¿Cuál de todos?- Se volvió a reír.- A decir verdad, no sé de qué me hablas. Un beso y cuídate.-Colgó.

Ardía, ardía de furia, estaba a punto de gritar pero no lo hizo por respeto a los demás. Apretó el botón y en la parada siguiente el bus se detuvo, acto seguido se bajó en frente de la empresa donde trabajaba, sin embargo, no podía dejar esto así.

Ha sido él, siempre lo fue. Me ha hecho esta broma pesada y me la he comido.

Dio vueltas sobre sí misma y vislumbró algo fluorescente, se paró en seco y ahí estaba la dichosa nota colgada en un árbol, apretando los dientes, se acercó.

Falta alguien que no esperas o que ni siquiera recuerdas.

Lo más intrigante era que cómo,cuando y dónde sabía encontrarla, además de lo que la pasa en su vida. Eso da a entender que estaba cerca de ella, muy cerca y le conocía.
Sonó el móvil de nuevo, era otro mensaje, después de todo ya le aborrecían los mensajes.

Cena familiar. No faltes.

¿Esta mujer no se daba  cuenta de la hora que es?-Se preguntaba incordiada.

Sin embargo no desobedeció a las demandas de su madre. Estaban todos alrededor de la mesa, posó su mirada a cada uno de sus familiares para ver quién se suponía que faltaba. Ninguno.
Se sobresaltó al notar unas manos agarrando sus caderas.

-¿Te he asustado?- Susurró una voz grave en su oído.

Se volvió para mirarle y un gran alivio la inundó por completo.

Ella sufría, no sabes cuanto, bueno, él tampoco lo sabía. 

Se independizó y compró una casa, no lo hubiera hecho si él no la hubiera insistido. Iban a vivir juntos. Él incluso la prometió que no la olvidaría cuando se marchara, que la enviaría mensajes para que supiese que estaba bien en aquel desolador lugar, sin pegar ojo mientras se ocultaba donde podía para no recibir un tiro. La guerra nunca terminaba.

Una buena mañana, la ventana agrietada reventó sin avisar.

En plena tormenta recibió una carta y se lo agradeció al hombre. Lo arrugó cuando lo terminó de leer.

-Ha muerto. Un beso. 

Él la observaba sin que se diera cuenta cuando ya había regresado de la guerra. Ansiaba verla, su pelo brillante, su cara fina, sus delicados rasgos, su delgada silueta y su alegre ropa.

Vivía sola. Claro, me está esperando todavía. 

La seguía cuando iba a trabajar, deseaba hablar con ella, que supiera que estaba vivo y muy cerca. Se entristecía cuando veía su expresión sombría al leer las notas que depositaba.

Se volvió a hacer amigo de su madre, al parecer ya no se acordaba ni de su cara. La envió un mensaje desde el móvil de la madre mientras que ella estaba cocinando; después de unos minutos recibió una llamada suya. Estaba entre cogerlo o rechazarlo, se sentía nervioso y al fin lo cogió. Al oír su voz los recuerdo bonitos le vinieron a la mente como una ráfaga de aire.

Corrió hasta el lugar donde trabajaba, casi le pilló pero pudo dejar la nota.

En la noche, estaba tan tranquilo paseando por la calle y todo se estropeó cuando la vio a ella con otro hombre. Se enfureció bastante y casi le iba a propinar un golpe cuando se dio cuenta de que no era ella.

Y se acordó de que ella había muerto.

Fin.


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