Los paralelismos son mi vida.

Una luz. Una lámpara que desprende luminosidad en mitad de la tarde. Aquellas tardes que anochecen a la hora de comer. Y aquellas horas que se perdían mirando a través de la ventana del autobús o mirando al techo buscando las respuestas que se esconden en los bolsillos agujereados. 

Un ritmo. Una canción que desprende buen rollo en mitad de una tienda. Aquellas tiendas que intentas encontrar la salida y acabas de precios hasta las cejas. Y aquellas cejas que se arquean al ver un baile cerca de los probadores. La letra es pegadiza.

Un hola. Un hasta luego que desprende esperanza de volver a encontrarnos. Aquellas despedidas que parecían un hasta nunca. Y aquellos hasta nunca incumplían su promesa, como la de no volver a escuchar la canción de la letra pegadiza, como la de apagar la lámpara para ahorrar energía. 

Y solo espero que esas promesas se incumplan. 




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