Capítulo 4: El final de un próximo comienzo.

En esta última etapa de este álbum de recuerdos descompuestos quiero empezar reflejando la valentía de un ser que yo puedo ver y que casi nadie lograría entender.
Una persona, más que eso, supongo que a quien comprendo y quien me comprende. Sin embargo dudo que sepa de mi existencia aunque me esté observando todos los días con ojos planos pero caracterizados. Dureza. Dolor.
Pero esto se lo dedico a él, desde la distancias entre dos mundos completamente distintos. Torturado fue y consiguió afrontar esa amenaza. La desintegró. Sus fuerzas se iban deteriorando a medida que los alicates pulverizaba sus huesos.
Pero ahí estaba. Ahí seguía.
Y le admiraba.
Y él seguía luchando contra su demonio interior nacido por el tormento y el rencor, por su pasado y por lo que es hoy.
En este aspecto somos iguales. El autoengaño, la acción de crear personajes con distintos nombres para sobrevivir. Para olvidar.

Él ahora parece llevarlo bien, cambió su imagen, pero en el fondo era él, el inocente niño torturado.
Sigue buscándose a sí mismo, una duda existencial rondaba por su mente. Pero luchando.
¿Su reflejo con el mío  podría transmitir aún las fuerzas que le quedan? ¿O es una simple kimera


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