¿Qué hay más que contar?

Hoy deseaba hundirme en la marea de relámpagos que regurgitaban en la tarde dulce de nubes grises y hambrientos, el cielo, su plato favorito, no dejaron ni una franja de indicio de si hay en el más allá el paraíso incierto. Los pájaros formaban círculos alrededor del rascacielos que rompía las leyes de la gravedad. 

No dejo de pensar si está bien que me deje llevar, la voz flexible y delicada masajea mi sintaxis. El  sueño se hacía más apreciable, la cortina ultravioleta se había retirado de la ventana decorada con hierbajos arrancados del jardín de al lado. Estaba tan feliz de que hayas venido a verme, no tengo puerta, pero no te preocupes que ya me lanzo yo por la ventana, voy a coger carrerilla para volar un rato por esos sueños mundanos. Aún no me tires a la piscina que no es temporada.    

¿Escuchas el sonido de los tambores? Parece como si tiraran libros de texto desde un quinto piso. Espera, ¡esos son los míos! 

¿Pero que les pasan a las nubes? Me están escupiendo en la cara. Qué triste la pérdida de tantas historias formuladas por tantos sabiondos. 

Incluida la mía.


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