Aún no.

Aún tengo tiempo para dedicarte una carta más. Tumbada en el suelo siento como los huesos se me están clavando, pero el dolor merece la pena, contemplar el espacio desde la ciudad de las hormigas me hace sentir pequeña, las pisadas parecen mortales. 
Al sentir la nada dentro de mí era tan satisfactorio, me había quedado atrapada en el tiempo, los coches pitaban, los niños gritaban pero no escuchaba nada. Había llegado al nirvana. 

Esa molestia en mi espalda se había esfumado como una curación milagrosa, y los suspiros se hacían cada vez más débiles. Perderme de nuevo en el hueco de los latidos espesos que me acariciaban . Desperté del trance cuando el sol saludaba con su calor de verano, sin embargo ¿por qué no disfrutar de esta soledad un poco más?

-Abre los ojos.

¿Para qué? No me apetece encontrarme con la realidad, la inquietud llama a la puerta desde primera hora. Al darme cuenta de que cuanto más aprendo del mundo, más miedo me produce. El ser humano, con su subjetividad capaz de reflexión y libertad, con su dinamización interpersonal e histórica en el que interviene su libertad, queda mecanizada por los beneficios científicos y están dominados por la tecnocracia.

No voy a abrir los ojos porque aún no es el momento de despertar, pero ¿y si despierto tarde? ¿quizá no llegue a tiempo?




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