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Ya no hace falta derramar sangre en la moqueta marrón, ni gritar por cosas que ni valen agua estancada.

Mi entendimiento sobre el mundo pierde el sentido, solo quiero que el  viento me arrastre y que me precipite como el bolígrafo que rueda por la mesa y se cae por fuerza de la gravedad, pero al fin y al cabo no recibe daño aparente, pero eso que más dará, el ojo humano no es capaz de apreciarlo a simple vista.

Tampoco hace falta lavar de nuevo esa tela que una vez fue blanca y combinaba con mis sábanas de dragones, y como deseé incendiar mi apariencia una y otra vez.




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