Qué irónico
Muero por el hambre cuando la comida no crece, se deshidrata, se pudre. Te ahorras llorar porque mueres por la falta de agua. Cuando los brazos ya no consuelan, mueres por la tristeza. Cuando el tiempo pasa y el sol no se oculta, se aproxima, te sonríe. Te escupe el calor como el veneno de una serpiente escupidora. Los árboles tocan suelo agrietado como los pies. Y mueres. Porque ya no cantan por ti. Y porque ya no cantan por mi. Releyendo mis cuadernos encontré este intento de poema que escribí en 2018. En aquel momento me inspiró la subida de temperatura por el calentamiento global que aún nos persigue. Ahora tenemos otra preocupación que asusta pero no nos detiene, porque ante una amenaza nuestros pies continúan moviéndose, buscando la supervivencia. Y qué irónico decir esto cuando mi texto es poco esperanzador, pero eso sólo es un motivo más para callar esa voz derrotista y demostrar totalmente lo con...