Costuras

Esto no se trata de un monólogo interior que a nadie le importa, porque ni siquiera hay tiempo como para pensar si es necesario dormir con calcetines agujereados o parejos, o simplemente se trate de la incapacidad de sentir la suavidad de las sábanas cuando están descalzos o incluso estirar y encoger los dedos, enterrándolos en la arena fresca cuando el sol ya se está despidiendo. 

No hay tiempo para empatizar.

 Esta camisa de fuerza que amordaza a mi lengua, se hace bola cuando intento tragar el polvo acumulado por la tormenta de arena, que azota mi espalda cada vez que escupo el mal vivir de mis pensamientos.
Esos desgraciados pensamientos son como las flores: atractivas para un romance desde lejos y de cerca infestadas de pequeños insectos que se alimentan de mi buen humor aterciopelado.

Pensamientos que no importan a nadie.

Y en el fondo no he dicho gran cosa.

Argumentos que se mastican como un chicle,
argumentos que se hinchan como un globo,
argumentos que explotan como fuegos artificiales.

Al final se queda impregnado la suave esencia a fresa en los pequeños rincones de la lengua, pero el efecto fue el mismo que cuando el último fuego artificial explota: la pena de que se acabe y luego la nada.
Así es como me quieren hacer sentir: ser un libro que impacte por su portada pero sin líneas escritas.

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