Dientes afilados

La poca claridad del fuego hace imposible que pueda protegerme de las bestias. Aquí, en el bosque, las ramas parecen garras que se alargan en el suelo cuando las dejo de iluminar y cada paso que doy el sonido de huesos rompiéndose no paran hasta que yo me detengo.

Tal vez me estoy emparanoiando otra vez.

Seguramente estemos yo y mi conciencia respirando en toda esta oscuridad.
Y no sé qué es peor. 

Tengo la horrible sensación de que Dios no es el único que esté viendo cómo ando en círculos.

 La saliva gotea, humedeciendo la tierra yerma. En este bosque de árboles desnudos y hierba humeante sólo quedan las ganas de morder, de oler a sangre corriendo entre los dientes.

Tengo la mala suerte de que solo quedemos yo y mi conciencia porque uno de los dos saldrá perdiendo.

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