Vuelta sin retorno (II) Dulces despertares.

El espejo lo atormentaba,las ojeras eran pozos llenos de algas muertas. 
Como cada mañana, se cepillaba los dientes, se peinaba y se lavaba la cara con agua de alcantarilla, o simplemente eran alucinaciones suyas.
Los susurros, los susurros soplaban los tabiques, derramaban los zumos y ajustaban las corbatas en su cuello, cada mañana. La nuez quedaba atrapada en la doblez.
El cansancio, el cansancio lo hacía enfurecer, el trabajo era un desperdicio para su corta vida de parado. 
Dormir, dormir, dormir. No. Dormir no, dormir no.

Antes hay que limpiar la casa.
Antes hay que comer. Luego limpiar.

El espejo lo observaba.

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