La historia del problema sin resolver.
Resuelto ya el problema del alcohol y las drogas, mi sistema respiratorio vuelve a la feroz normalidad, ya no me ahogo cada vez que bebo un chupito de agua al día. Yo antes, cuando desayunaba vodka con galletas, acababa siempre tirado en el sofá como si el cansancio me volviese a pesar, y eso que dormía mis cuatro horas correspondientes. El caso es que yo ni siquiera sabía cual era el sabor del agua. Ya no recordaba que cuando tenía nueve años siempre a la hora de comer había encima de la mesa agua y pan. Eso para mí no era suficiente. Como cualquier niño de esa edad, se escapaba para pasar un rato con los amigos de siempre. Un día cuando estábamos comiendo pipas que Fran había comprado para los tres que estábamos; se nos acercó un chico más mayor que nosotros, nos sacaba dos cabezas por lo menos. Se dirigió a mi con una bolsecita blanca. Me dijo que estaba demasiado pálido en verano y que con eso me volvería la sangre a las venas. Yo claro, le miré con cara de desconfianza, pe...