En proceso de regeneración.

¿Aún sigue ahí? 
Todavía creo en las posibilidades favorables a mi espíritu, desfavorables a mi persona.

La mañana, aún oscura, no ha despertado todavía a mi instinto. Camino a ciegas por el sendero iluminado  por luciérnagas, que se asustan por el calor de mi aliento. La soledad me acompaña mientras cuento las hojas que caen y que parecen estáticas en un cuadro con un fondo amarillento claro. 
El vaho empaña los cristales de las gafas, simulando la niebla que atenta contra mi seguridad. 
¿Pero qué es lo que veo? 
Comienzo a correr hacia los brazos (¿y qué es lo que realmente es?) de un árbol partido, que me araña la cara con la corteza. Y es entonces cuando florece las espinas de mi ira, ensañándose con la corteza a base de mordiscos, hasta que la sangre dibuja pinceladas en las carne viva del árbol.

¿Aún sigue ahí? Me preguntaba siempre. 

Después de haber dejado un bosque pelado y de haber duchado mi alma en agua oxigenada, la afirmación llegó a mi corazón. 

Fue un día al amanecer, la felicidad me estaba esperando, transformada en mi propio yo, encontrándonos de nuevo.

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