La incertidumbre de mi destino.

Cuando las sombras de la incertidumbre irrumpían en mi destino, la inferioridad de mis pensamientos se deterioraban, se humedecían; las plagas convertidas es astillas decoraban la alfombra roja.

La melodía carraspeante del río que desembocaba de entre los dedos de los pies y el sabroso chapoteo de la manos en la orilla, hacían que arrastrara conmigo los gérmenes dentro de las infecciones de las heridas abiertas intentando formar costra.
Un rápido disparo arrancó de cuajo las raíces de un árbol. El cauce del río se desbordaba, la corteza se pudría y destilaba su rugosa superficie, llevándoselo la corriente al desagüe. Su juventud se había materializado, era tan bello y puro como las amapolas vistas en el amanecer, como las voces vírgenes riéndose delicadamente en los oídos sordos.
Ese agua envenenada había devuelto la verdadera cara del infame, las últimas lágrimas decoraban sus mejillas blanquecinas.

El destino había roto de nuevo los calcetines a medio coser, una parte de mi fue hurgada por los dedos convertidos en cuchillas, raspando los detalles para formar la perfecta silueta para la sociedad, y no solamente dudo de mí, dudo que vea esto como una realidad, una realidad imaginaria que atrape y me desarme, aunque sólo tenga una vía de escape.

Comentarios