Sueños y mentiras.

Juglares y trovadores cantaban marchosos poemas y cuentos que hipnotizaban a niños con ansias de vivir esas hazañas y aventuras.

Ellos, mientras causaban alborotos con los cánticos, se veían apresados entre la multitud, las damas se fijaban en la lejanía recreando su juventud pasada, los caballeros decían molestos que solo recitaban fantasmas. Aún así estaban encantados de escuchar la melodía más allá de las líneas que subrayaban las fronteras del atardecer y de la próxima encrucijada.

Los juglares derramaban garabatos al final de cada frase y los trovadores exhalaban malos prejuicios camuflados en rimas impregnadas de advertencias misteriosas sobre la continuidad de la vida consecuente.

Pero no hay duda de que en cada cuento mágico se esconde la verdad que los ignorantes son incapaces de despojarlo; incluso esos juglares y trovadores patrullaban las aldeas y palacios, se habían hecho pasar por tantos personajes "ficticios" hasta tragar su propia mentira.  Ahogados en su propia imaginación.


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