Oscuridad.

Aquí vuelve de nuevo, desde las entrañas de la tierra carbonizada y resto de esqueletos convertidos en ceniza, aquí vuelve la oscuridad de una mente perturbada.

Una flecha se hace paso entre llamas de inmunidad y el descaro de un ave rozando sus plumas perfiladas el largo de la madera, atravesando así mi garganta. Involuntariamente mis manos intentaron que cesara el río de sangre.

Noté el beso de la muerte en mis labios amoratados, mi cuerpo se sentía tan pesado y frío...

Moscas carroñeras masticaban tiras de piel reseca, lamían el símbolo que ni siquiera me ofreció protección.

Derroché mis últimas palabras,¿palabras? Qué irónico. Ese flechazo desgarró las ganas de explicar inultimente la vuelta a este pozo sin fondo, como el foso que decoraba mi corazón inexistente.

Tú fuiste el que me arrancó el don de la palabra, o quizás fui yo la que me clavé el bolígrafo mientras te escribía mi carta de despedida.

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