Efecto de choque

En un mar de dudas, me sitúo en la tranquilidad de saber que la verdad llega tarde o temprano. Mientras que la marea esté en calma no voy a pensar, sino que me dejaré llevar en el limbo de la ignorancia. Aquí, debajo del agua no se escucha ni se ve nada, mi cuerpo flota y fluye, se dirige hacia corrientes que pueden llevarme hacia una cueva desconocida o hacia una cascada inesperada o, tal vez, hacia buen puerto. Pero si no me dejo llevar, nunca lo sabré. 

Así me siento. 

No me apetece soñarlo, quiero vivirlo. 







Este texto es curioso tras haber escrito  El impostor. Mientras que en este se aprecia esa ingenuidad, esas ganas de disfrutar de lo venidero, El impostor muestra un poco las consecuencias. A pesar de que en el momento que escribí El impostor hice alusión a una perspectiva negativa sobre mi realidad, el tiempo pasa y me doy cuenta de que las circunstancias cambian sorprendentemente rápido, porque pienso: ¿por qué me voy a comer la cabeza por una persona o personas que no me hace bien? ¿Por qué voy a perder mi tiempo en estupideces? 

Luego aparecen oportunidades que hay que cogerlas al vuelo porque a lo mejor no hay una segunda vez. 

La diferencia está en la intuición. 

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