25/09/16

No hay que preocuparse por el cielo cubierto de grietas luminosas, es nuestra cárcel, disfrutémosla hasta que llegue el momento de que nuestros cuerpos se humedezcan, mezclándose con el barro de la naturaleza artificial.
Más allá se escucha a los aviones estrellándose y a los paracaidistas tratando de doblegar al viento enzarzado.
Una apocalipsis de la cual no nos damos cuenta y que vivimos igualmente aunque El final llegue y lo abracemos. Nos besa y le correspondemos, porque hoy cualquiera se tira sin paracaídas.
O siempre lo hemos hecho.

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