El buen sabor de boca.
El humo decoraba las paredes apagadas. Escupiendo risas, los dientes cortaban el aire a carcajadas de forma limpia y rápida.
Los pósters se consumían formando una nube de colores. Girando sobre mí misma en la silla de ruedas no sentía la pesadez de las voces atolondradas; de la sofocación del atormentador calor y ese ruido de la batidora rompiendo piedras, eso saltaba chispas.
Seguí dando vueltas hasta sentir el desayuno subiendo por la faringe, la sensación era peor que la resaca y mejor que estar estudiando la forma de comprender el nosequé.
Los colores eran tan vivos y el ambiente era tan comprimido que me quedé dormida en el suelo, desde esa postura podía ver la batidora estrellada, ahogándose en la marea rocosa.
Los pósters se consumían formando una nube de colores. Girando sobre mí misma en la silla de ruedas no sentía la pesadez de las voces atolondradas; de la sofocación del atormentador calor y ese ruido de la batidora rompiendo piedras, eso saltaba chispas.
Seguí dando vueltas hasta sentir el desayuno subiendo por la faringe, la sensación era peor que la resaca y mejor que estar estudiando la forma de comprender el nosequé.
Los colores eran tan vivos y el ambiente era tan comprimido que me quedé dormida en el suelo, desde esa postura podía ver la batidora estrellada, ahogándose en la marea rocosa.
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