La hora de partida.

Es la hora punta, ahí está, esperándome.

Vaya tragedia la mía que mis pobres cauces secos ya no sirvan de inspiración, que mi Bonsái se haya entristecido.
No mates a mi arbolillo, destripa mi corazón que lo tengo hueco y putrefacto, ya no puedo sentir más dolor. Veía como mis venas se ahogaban solas y adoptaban el morado en mi tez ahora pálida como la tuya, ¿acaso tenías piel?

Un poema quiero preservar antes de que mis raíces se conviertan en cenizas, antes de que mis ojos se disipen.

¡Traerme a este mundo insensato para azotarme con aquella ignorancia era perturbador!  

Y cuando susurré mi deseo al cielo, llegaste de entre las rocas rojizas para arrebatarme la luz de mi alma, aunque ya se había fundido.
Saltando y gritando en júbilo se despiden de mí con un "suerte la próxima vez".

¡Maldita sea! Llévame contigo, te agradezco de que tu al menos tú me hayas escuchado.

"Que los grandes descansen en el silencio del infierno mientras que el resto esté condenado a ir al cielo."

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