¡Argh!

Me encuentro en un punto el cual el calor infernal me dio un respiro. Sin embargo, el frío está tirando de la cuerda con más fuerza, estoy notando las fibras en mi propio cuello, tanto que tengo miedo de reírme y que salgan disparadas astillas de mi tronco por la boca.

Fue sólo la falta de costumbre. Me cogió desprevenida, ¿verdad? El calor de octubre tal vez fue una manta eléctrica que se quedó sin batería mientras dormía. O que me sentía tan bien que ni notaba la lengua de Apeliotes en mi cuerpo, tan difícil de esquivar...

De una manera u otra es un cambio de estación que cada vez se está haciendo más evitable




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