Dame fuerzas.
Los
pensamientos correteaban por mi cabeza como niños jugando sin miedo.
Flotando
en mi idealismo, soñé que nos uniríamos como uña y carne.
Me
aterraba aterrizar en tierra firme sin el paracaídas, la inseguridad me mataba
antes de preguntar. Mi corazón no resistiría a esta caída libre, la gravedad de
la realidad me empujaría a caer más bajo.
Quiero
creer que estarás ahí cuando me arrepienta de haber dicho que no funcionaría
esto.
De
no haber confiado en ti.
Quiero
creer que volverás a entregarme tu corazón, rascando la carne despellejada,
protegiendo el idealismo creado en mi cabeza.
Volviéndolo
realidad.
Corrí
siguiendo las pisadas en el barro que dejaste atrás. Cuanto más respiro más me
ahogo.
Toso
tu nombre pero no escucho respuesta, el eco del aullido de un lobo rellena este
vacío en el pecho.
La
rabia, la impotencia, por no entenderte, florecían sin poderlas arrancar de
cuajo como la mala hierba. Sin dormir te buscaba despierto en sueños flotantes
que el viento se llevaba. Mis músculos pesaban, como el cansancio, cerrando mis
párpados; me venía a la mente, inconscientemente, el aroma de tu pelo cuando
descansaba en mi piel.
Aún
tengo esperanzas de que vuelvas a mí.
Pero,
Si
mis palabras ya no resuenan en tu cabeza, ya es hora de que olvide.
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