Sin retorno.
Después del largo trayecto en coche, la arena ya fresca me acompañó hasta que la espuma del mar enjabonaba mis pies.
Después de que me dejaras en casa con un poema que a mi corazón no le había sentado bien, metí los dedos en mi pecho, indagando, sintiendo los cristales rotos, impregnándolos después en un lienzo en blanco, intentando representar mi realidad.
Ahora con la brisa de cara digo lo que ni el tiempo ni tu me permitisteis en ese momento porque me paralizó el pensamiento de que esta relación era terminal. Quiero que sepas que que no estoy ronca por tener lágrimas retenidas en la garganta sino porque en sus días te grité: ¡Te quiero! ¡Te quiero!
Te quiero. Te quiero. Te quise.
Ahora me despido con la arena escapándose de entre mis dedos como si fuera mi corazón.
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