La vida, ni dos días.

Salta, ríe y llora cuando tus rodillas ya no resistan más tu cuerpo extasiado, cuando tus pulmones ya no sientan el aire dentro de ellos, y cuando el corazón está apunto de fulminar.

Ese estado tan excitante y provocativo, como tirarse al vacío con paracaídas, hace que te sucumbas en los recuerdos borrosos de tu infancia perdida de tu mente ya hecha trozos, aún así, tu cuerpo menudo es más joven que la cabeza que sostienes sobre tus hombros.

Al darte cuenta de ello ya te arrojas; como un loco deambulando torpemente y balbuceando palabras que ni siquiera son de nuestra lengua; hacia la posible muerte segura.

Pero una vez me enseñaste que si me preocupaba demasiado en lo que hay en el mundo, seguramente acabaría suicidándome. En ese momento no le creí y pensé que era un inmaduro como todos.

Salta, ríe y llora mientras que la tierra pisada siga tocando tus pies o en algunos casos tu rodillas cuando flaquean.


Observaste que una ola
te engulliría,
como un tiburón
hacia su presa.

Pensaste que tu vida
se extinguiría,
como un ladrón
robando una cesta
de aquella hermosa
rompe corazones.

Te diste cuenta que si
los unicornios existirían,
lo nuestro llegaría también
a suceder.

Y yo logré pensar que
los árboles nos acunarían,
entre hojas secas
y sombras del atardecer.

Pero mira bien,
como el ojo de un halcón,
que esto te ha marcado.

Y que yo solo soy
producto de tu imaginación.

Así que salta, ríe y llora.

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