Confesiones que apetecen.

Esta obsesión reblandece el pan duro que abrazaba el olvido en algún recoveco de mi memoria frágil. 
Poco a poco se había regenerado otra capa en el corazón, y poco a poco volvía a bombear frenéticamente, poniendo a prueba la resistencia de las costuras pegadas con celo.
Es como si ya hubiera vivido esto antes.
El sabor dulce de su boca aún pica en las muelas, suspiro palabras que no se dejan vencer ante el escepticismo.
Echaba de menos esta sensación de complementación. Sin embargo, notaba como la ilusión se condensaba en mi pecho, llorando por no ser correspondido. 

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