La transparencia de sus actos.

Cristales rotos, tu cara descompuesta reflejada en aquel lago tenebroso, los peces lamían tus dedos ensangrentados. 

Abejas saltando de flor en flor, absorbían la pureza de su belleza dejándolas grisáceas y sin vida. 

Olían tu perfume decadente. 

Días desperdiciados, caminando en círculos cansado y arruinado en pensamientos pesándote, cayéndote al alma, hasta que la luz de aquella mano resplandeciente te ofreció dar riendas hacia el nuevo destino próspero. 

Su semblante brillante y aterciopelada te hipnotizó cayendo así como una mosca en una telaraña. Sin embargo te quiso como  una madre, te amó como una amante y te traicionó como una despreciable ratera. 

En tu interior esperabas tu muerte desgraciada. Y te hacías la pregunta de, ¿matar o ser asesinado?

La historia estancada comienza a coger carrerilla, y  esta vez escogiste el papel del cazador de abejas, aparentemente creaste la derrota inesperada al arrinconar a tu presa principal. Saboreaste la dulzura de su mirada pidiéndote piedad y relamías tus labios cortados que aquella lengua afilada te había lanzado cuchillos cuando estabas maniatado.

Pero su voz delicada penetró tu alma y eso te hizo reaccionar.

Tus rodillas perdieron su fuerza y cediste a pedirla perdón por tu insolencia, por desconfiar de ella. Sin embargo te perturba en tus recuerdos. Tu solo arrojaste el relevo que ella cogió al vuelo.

Ella ya no te quería en su castillo de cristal, chocando de lleno con la lámina de cristal. La gravedad no te dio tregua, ni siquiera la muerte cuando tu corazón explotó salpicando, y haciendo desaparecer la homogeneidad  de aquel lago entre cristales rotos y peces lamiendo tus dedos ensangrentados.





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